'La sociedad aún no tiene conciencia sobre la relevancia de la biotecnología'
Para el licenciado Alberto Díaz, profesor de la UBA y de la Universidad Nacional de Quilmes, esa disciplina puede resolver un amplio abanico de necesidades relacionadas con la salud, la energía y la alimentación.
Para el licenciado Alberto Díaz, profesor de la UBA y de la Universidad Nacional de Quilmes, esa disciplina puede resolver un amplio abanico de necesidades relacionadas con la salud, la energía y la alimentación.
Se podría decir que la biotecnología, es decir, la aplicación de los resultados de la biología molecular, de la genética y otras disciplinas para crear medicamentos, alimentos, biocombustibles y otros productos novedosos para responder a necesidades sociales, ya ingresó a una etapa de madurez. “Sin embargo, la mayoría de la gente, incluyendo los gobernantes y los funcionarios, no ha cobrado conciencia de esto”, afirmó a la Agencia CyTA el licenciado Alberto Díaz, especialista en biotecnología y profesor de la UBA y de la Universidad Nacional de Quilmes.
Joseph Goldstein, Nobel de Medicina en 1985, dijo en ese entonces que los biotecnólogos habían asumido un estilo que recuerda una temprana revolución en el arte llamada surrealismo, imaginando crear nuevos productos y nuevos mundos. Muchos de esos “sueños” de los investigadores y tecnólogos, que siguen presentes, se transformaron en realidades para todos nosotros, señaló Díaz, quien fue director del Centro de Biotecnología Industrial del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI).
Al comienzo fue la insulina humana, que llegó al mercado en 1982, demostrando la efectividad industrial de la biotecnología. Luego siguieron la hormona de crecimiento humana, los interferones, la eritropoyetina o EPO (que incrementa la producción de glóbulos rojos en humanos), los factores de crecimiento, las vacunas contra la hepatitis B y contra el virus del papiloma, hasta llegar en los últimos diez años a la producción y comercialización de los anticuerpos monoclonales, que se aplican en oncología y en enfermedades autoinmunes.
“En paralelo, se desarrolló la producción de enzimas para la industria en general y para la de alimentos en particular; las semillas transgénicas; y las aplicaciones, en los últimos años, para energía, materiales y química”, puntualizó Díaz.
Todo esto, señaló, fue posible por un “diálogo” necesario y eficiente entre investigadores (universidades), tecnólogos (ingenieros y otros profesionales), gerentes, empresarios, funcionarios y financistas para consolidar estas innovaciones a través de la creación de nuevas empresas en biotecnología que permitieron llevar los resultados de la “mesada” a los pacientes. “Un rol esencial ha sido y es el de los gerentes y nuevos empresarios que sepan valorizar y orientar lo que hacen los científicos”, explicó Díaz, quien acaba de publicar el libro “Biotecnología en todos lados” (Editorial Siglo XXI, en la colección Ciencia que ladra…), una de las tantas obras de divulgación científica que ha escrito para socializar el conocimiento y estimular el debate.
La larga lista de aplicaciones de la biotecnología en salud, alimentos, energía, materiales, productos químicos y aplicaciones en medio ambiente evidencia su importancia. “Desde hace unos diez años se ha comenzado a hablar, sobre todo en los países desarrollados, de la bioeconomía, es decir, del impacto de las ciencias biológicas en la economía y la sociedad en general”, subrayó.
De acuerdo a Díaz, es fundamental la iniciativa de crear nuevas empresas innovadoras para que desarrollen y “traduzcan” lo que hacen los investigadores a las empresas/los empresarios y a los políticos y funcionarios. “Por ejemplo, es muy buena la idea de Y-Tec, una unidad de investigación de YPF recientemente creada para el desarrollo de tecnologías vinculadas a la energía. Algo similar debe extenderse hacia el campo biológico, donde en nuestro país tenemos mucha historia y presente, o también inspirarnos en algo parecido a lo que se ha hecho en España con la empresa Biopolis de Valencia.”
Para el licenciado Alberto Díaz, profesor de la UBA y de la Universidad Nacional de Quilmes, esa disciplina puede resolver un amplio abanico de necesidades relacionadas con la salud, la energía y la alimentación.
Se podría decir que la biotecnología, es decir, la aplicación de los resultados de la biología molecular, de la genética y otras disciplinas para crear medicamentos, alimentos, biocombustibles y otros productos novedosos para responder a necesidades sociales, ya ingresó a una etapa de madurez. “Sin embargo, la mayoría de la gente, incluyendo los gobernantes y los funcionarios, no ha cobrado conciencia de esto”, afirmó a la Agencia CyTA el licenciado Alberto Díaz, especialista en biotecnología y profesor de la UBA y de la Universidad Nacional de Quilmes.
Joseph Goldstein, Nobel de Medicina en 1985, dijo en ese entonces que los biotecnólogos habían asumido un estilo que recuerda una temprana revolución en el arte llamada surrealismo, imaginando crear nuevos productos y nuevos mundos. Muchos de esos “sueños” de los investigadores y tecnólogos, que siguen presentes, se transformaron en realidades para todos nosotros, señaló Díaz, quien fue director del Centro de Biotecnología Industrial del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI).
Al comienzo fue la insulina humana, que llegó al mercado en 1982, demostrando la efectividad industrial de la biotecnología. Luego siguieron la hormona de crecimiento humana, los interferones, la eritropoyetina o EPO (que incrementa la producción de glóbulos rojos en humanos), los factores de crecimiento, las vacunas contra la hepatitis B y contra el virus del papiloma, hasta llegar en los últimos diez años a la producción y comercialización de los anticuerpos monoclonales, que se aplican en oncología y en enfermedades autoinmunes.
“En paralelo, se desarrolló la producción de enzimas para la industria en general y para la de alimentos en particular; las semillas transgénicas; y las aplicaciones, en los últimos años, para energía, materiales y química”, puntualizó Díaz.
Todo esto, señaló, fue posible por un “diálogo” necesario y eficiente entre investigadores (universidades), tecnólogos (ingenieros y otros profesionales), gerentes, empresarios, funcionarios y financistas para consolidar estas innovaciones a través de la creación de nuevas empresas en biotecnología que permitieron llevar los resultados de la “mesada” a los pacientes. “Un rol esencial ha sido y es el de los gerentes y nuevos empresarios que sepan valorizar y orientar lo que hacen los científicos”, explicó Díaz, quien acaba de publicar el libro “Biotecnología en todos lados” (Editorial Siglo XXI, en la colección Ciencia que ladra…), una de las tantas obras de divulgación científica que ha escrito para socializar el conocimiento y estimular el debate.
La larga lista de aplicaciones de la biotecnología en salud, alimentos, energía, materiales, productos químicos y aplicaciones en medio ambiente evidencia su importancia. “Desde hace unos diez años se ha comenzado a hablar, sobre todo en los países desarrollados, de la bioeconomía, es decir, del impacto de las ciencias biológicas en la economía y la sociedad en general”, subrayó.
De acuerdo a Díaz, es fundamental la iniciativa de crear nuevas empresas innovadoras para que desarrollen y “traduzcan” lo que hacen los investigadores a las empresas/los empresarios y a los políticos y funcionarios. “Por ejemplo, es muy buena la idea de Y-Tec, una unidad de investigación de YPF recientemente creada para el desarrollo de tecnologías vinculadas a la energía. Algo similar debe extenderse hacia el campo biológico, donde en nuestro país tenemos mucha historia y presente, o también inspirarnos en algo parecido a lo que se ha hecho en España con la empresa Biopolis de Valencia.”