Utilizan bacterias para reducir la contaminación de los suelos
Investigadores del Instituto Antártico Argentino trabajan sobre un proceso que permite reducir la presencia de hidrocarburos como petróleo, gas oil y otros combustibles, a partir de microorganismos que degradan estos contaminantes.
Investigadores del Instituto Antártico Argentino trabajan sobre un proceso que permite reducir la presencia de hidrocarburos como petróleo, gas oil y otros combustibles, a partir de microorganismos que degradan estos contaminantes.
La mala prensa de las bacterias las ha definido como especies causantes de enfermedades o generadoras de putrefacción en alimentos y otros materiales de importancia para el ser humano. Sin embargo, pueden ser de gran ayuda para reducir hasta un 70 por ciento de la presencia de aquellos derivados del petróleo que afectan áreas específicas del ecosistema antártico.
Los investigadores a cargo de este proyecto lograron, a través de microorganismos nativos, optimizar un recurso ya descubierto: la biorremediación. Este proceso consiste en aprovechar la capacidad metabólica de determinados microorganismos para degradar hidrocarburos que componen al petróleo y sus derivados, como el gas oil y otros combustibles.
“Cuando hay un derrame abrupto cerca de un suelo antártico, las proteobacterias atacan rápido y degradan muchos de los componentes, pero luego, cuando aquellos suelos históricamente contaminados envejecen, son las actinobacterias las encargadas de mitigar el daño”, explica el doctor en Biotecnología y uno de los encargados de la investigación, Walter Mac Cormack.
Debido a que el protocolo del tratado antártico sobre el cuidado y protección del medio ambiente, prohíbe la introducción de especies foráneas en el continente, la experimentación se realiza con bacterias nativas del territorio, las cuales se encuentran perfectamente adaptadas a condiciones ambientales estrictas para en las que deben sobrevivir.
“En la primera etapa de trabajo, realizada en el laboratorio, pudimos aislar las bacterias, cultivarlas con distintas fuentes de carbono y energía, y elegir aquellas que mostraron la mejor capacidad degradadora”, detalla el investigador. Esta estrategia, llamada “bioaumento”, se utiliza para inocular los suelos de la misma región de la que provienen las bacterias y así evaluar su comportamiento y eficiencia para eliminar los contaminantes.
A pesar de los esfuerzos, Mac Cormack asegura que este método no siempre es lo suficientemente efectivo, ya que muchas veces los inóculos no sobreviven a las condiciones en las que se los ubica. La “bioestimulación” surge como un recurso alternativo que permite estimular a los microorganismos ya presentes en los suelos, manejando las variables ambientales como la concentración de nutrientes o la aireación, y así obtener mejores resultados.
Experiencia química
Las bacterias utilizadas para la investigación poseen vías metabólicas que atacan la estructura de los hidrocarburos de cadena lineal, logrando un proceso de degradación complejo pero efectivo. “Las enzimas oxidan la molécula y lo transforman en un ácido orgánico que puede ingresar fácilmente en su metabolismo central y transformarlo en moléculas útiles y energía”, explica el científico.
“Después de la etapa inicial de estudio, pasamos al ensayo de campo sobre pequeños sistemas llamados microcosmos, que simulan condiciones ambientales naturales”, remarca el investigador. De esta forma, se ha podido probar que dependiendo de la realidad del suelo, este método “reduce al menos un 60 o un 70 por ciento de la contaminación tratada”, subraya Mac Cormack en diálogo con la Agencia CTyS.
Pero ¿cómo ayudan estos procesos químicos a detener la contaminación? El especialista asegura que la biorremediación es una herramienta para mitigar lo que el hombre ha hecho mal, pero, “de nada sirve gastar tanto esfuerzo y recursos en remediar algo si a diez metros vuelcan combustible de forma continua”, advierte.
Los esfuerzos por remediar la situación son palpables. Sin embargo, se requiere el apoyo continuo de las bases antárticas y su compromiso para mejorar los sistemas de transporte, almacenamiento y utilización de los hidrocarburos, para preservar un medio ambiente saludable.
La mala prensa de las bacterias las ha definido como especies causantes de enfermedades o generadoras de putrefacción en alimentos y otros materiales de importancia para el ser humano. Sin embargo, pueden ser de gran ayuda para reducir hasta un 70 por ciento de la presencia de aquellos derivados del petróleo que afectan áreas específicas del ecosistema antártico.
Los investigadores a cargo de este proyecto lograron, a través de microorganismos nativos, optimizar un recurso ya descubierto: la biorremediación. Este proceso consiste en aprovechar la capacidad metabólica de determinados microorganismos para degradar hidrocarburos que componen al petróleo y sus derivados, como el gas oil y otros combustibles.
“Cuando hay un derrame abrupto cerca de un suelo antártico, las proteobacterias atacan rápido y degradan muchos de los componentes, pero luego, cuando aquellos suelos históricamente contaminados envejecen, son las actinobacterias las encargadas de mitigar el daño”, explica el doctor en Biotecnología y uno de los encargados de la investigación, Walter Mac Cormack.
Debido a que el protocolo del tratado antártico sobre el cuidado y protección del medio ambiente, prohíbe la introducción de especies foráneas en el continente, la experimentación se realiza con bacterias nativas del territorio, las cuales se encuentran perfectamente adaptadas a condiciones ambientales estrictas para en las que deben sobrevivir.
“En la primera etapa de trabajo, realizada en el laboratorio, pudimos aislar las bacterias, cultivarlas con distintas fuentes de carbono y energía, y elegir aquellas que mostraron la mejor capacidad degradadora”, detalla el investigador. Esta estrategia, llamada “bioaumento”, se utiliza para inocular los suelos de la misma región de la que provienen las bacterias y así evaluar su comportamiento y eficiencia para eliminar los contaminantes.
A pesar de los esfuerzos, Mac Cormack asegura que este método no siempre es lo suficientemente efectivo, ya que muchas veces los inóculos no sobreviven a las condiciones en las que se los ubica. La “bioestimulación” surge como un recurso alternativo que permite estimular a los microorganismos ya presentes en los suelos, manejando las variables ambientales como la concentración de nutrientes o la aireación, y así obtener mejores resultados.
Experiencia química
Las bacterias utilizadas para la investigación poseen vías metabólicas que atacan la estructura de los hidrocarburos de cadena lineal, logrando un proceso de degradación complejo pero efectivo. “Las enzimas oxidan la molécula y lo transforman en un ácido orgánico que puede ingresar fácilmente en su metabolismo central y transformarlo en moléculas útiles y energía”, explica el científico.
“Después de la etapa inicial de estudio, pasamos al ensayo de campo sobre pequeños sistemas llamados microcosmos, que simulan condiciones ambientales naturales”, remarca el investigador. De esta forma, se ha podido probar que dependiendo de la realidad del suelo, este método “reduce al menos un 60 o un 70 por ciento de la contaminación tratada”, subraya Mac Cormack en diálogo con la Agencia CTyS.
Pero ¿cómo ayudan estos procesos químicos a detener la contaminación? El especialista asegura que la biorremediación es una herramienta para mitigar lo que el hombre ha hecho mal, pero, “de nada sirve gastar tanto esfuerzo y recursos en remediar algo si a diez metros vuelcan combustible de forma continua”, advierte.
Los esfuerzos por remediar la situación son palpables. Sin embargo, se requiere el apoyo continuo de las bases antárticas y su compromiso para mejorar los sistemas de transporte, almacenamiento y utilización de los hidrocarburos, para preservar un medio ambiente saludable.